Celsa González y Carlos Alberto Moreira
El barrio del Born es un laberinto de pequeñas calles y grandes sorpresas. Una de ellas la descubrimos al entrar en La Bona Sort. Nos recibe lo que en su día fue el bar y bodega en el que los padres de Celsa González, la actual propietaria, habían servido vino a granel desde 1968, y menús y tapas de elaboración propia. Así continúan preparando hoy cada plato Celsa y su marido, Carlos Alberto Moreira, que amplió las creaciones culinarias en la escuela Hofmann.
Más de 40 tapas deleitan entre paredes que guardan un gran pedazo de historia de la ciudad. Un encantador patio muestra en su muro la piedra desgastada por el roce de las ruedas de los carruajes que guardaban las caballerizas que fueron, en el siglo XVII. Desde el patio se abren más ambientes que maravillan. No imaginas desde la calle el magnífico y acogedor espacio con arcos y adoquines de tantos siglos atrás.
La vegetación decorativa y sutiles toques de luz -de noche más tenues- les llevaron a obtener uno de los premios Restaurant & Bar Design Awards. En esa atmósfera cautivan las croquetas caseras, los calamares rebozados, las manitas de cerdo deshuesadas, con garbanzos. “Todo lo que podemos lo hacemos nosotros”, explica Celsa. Las carnes, pescados y verduras llegan frescos a diario, para servirse, por ejemplo, braseados con la leña de encina. “Para nosotros todo esto tiene un valor sentimental, no es un restaurante, es nuestro hogar. Llevamos aquí toda la vida”, comenta la pareja.
La fortuna, para el resto, es poderlo disfrutar.